- Publicado: 30 Junio 2016
Por favor, perdón y gracias
M.ª Luisa García Castañeda
RB Solución de Conflictos (www.consultoriarb.com )
En las postrimerías del mes de mayo la Facultad de Derecho nos sorprendió con la organización de un “Curso superior en relaciones institucionales: ejemplaridad púbica y comportamiento protocolario”. Poniendo así la primera piedra, por qué no, para un curso más avanzado, incluso alguna asignatura de obligado curso por parte de los estudiantes universitarios.
Entre los diferentes ponentes la intervención del Ilmo. Sr. Carlos Espinosa de los Monteros fue bastante elocuente en su presentación con la mejor anécdota histórica que define perfectamente el carácter español. Se le preguntó al canciller prusiano Otto von Bismarck por España y dijo que era la Nación más fuerte del mundo “siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a la vanguardia del mundo”. Y esto es algo que seguimos haciendo. Minando nuestras bases. Y en esas bases está la educación y el respeto hacia el otro; la falta de valores y la vulgaridad que se ha instaurado tanto en el lenguaje como en el comportamiento. Vivimos en el momento en el que “todo vale”.
De todos estos condicionantes somos responsables desde la sociedad, desde las entidades públicas y desde los medios de comunicación, a los que tanta fuerza se les está dando. Quizá sean estos últimos los que juegan el papel más importante, puesto que tienen la función de informar, entretener y educar. Si estas características son las que deberían poseer, deberían mantener los principios de veracidad, honradez y moralidad. Sin embargo, este papel educativo en el que se les quiere envolver se deshace cuando comprobamos que todo es espectáculo. Desde un debate político hasta los programas de divulgación general. Escuchar cómo se insultan y humillan, cómo se sacan de contexto palabras para desprestigiar a una persona que no es de su agrado. Un lenguaje pobre y malsonante, contaminado, a su vez, por la clase política para poner la guinda al pastel. Pero quizá esto necesitaría otro curso relacionado con el buen uso del lenguaje español tan rico en expresiones, vocabulario, sintaxis y figuras retóricas que parece que se están sustituyendo, no por no querer utilizarlo, si no por ignorancia y el gusto por la manipulación.
Otro tema destacado en el programa fueron las relaciones entre instituciones, que tan mermadas están y qué poco se cuidan. La diplomacia no es nueva. Lleva siglos con nosotros. Y aunque parezca algo rancio, permite el buen funcionamiento en las relaciones institucionales tanto nacionales como internacionales. Si ahora que vivimos en un mundo globalizado, donde la información vuela por internet y aun golpe de clic se puede echar por tierra la reputación de cualquiera, no cuidamos las buenas maneras, ¿cómo vamos a conseguir que se lleguen a acuerdo entre niños de un patio de colegio?. Es aquí dónde empieza a germinar la semilla de la educación y las buenas maneras. “Educado se viene de casa”, entre otras muchas cosas, y es un axioma que se sigue barriendo hacia afuera o metiéndolo debajo de la alfombra como una polvorilla que hay que esconder porque viene visita, ¡qué ironía! Cuando es en ese momento en el que hay que saber cómo comportarse, aunque se trate de nuestra tía Virtudes, que no hará honor al nombre, pero que debemos saber atender y cumplimentar cómo familiar, cómo persona mayor y cómo persona en sí misma. Por lo tanto, cuando asistimos a una reunión, a una conferencia, a una entrevista debemos informarnos para saber cómo actuar, con qué tipo de personas te puedes encontrar y de qué se va a hablar, porque si no se hace así, además de poder aburrirse o equivocarse, puede caer en la vulgaridad de hacer preguntas inapropiadas, tratar mal al que tiene cerca y a pesar de esa “naturalidad” que tanto se prodiga, el ridículo puede llegar a no olvidarse y tener que poner pies en polvorosa. Como bien nos dijo Marta Robles, en su intervención sobre la cortesía, recordando al Cardenal Newman, “la elegancia es no hacer daño a los demás”.
La Universidad tampoco se escapa del escarnio. Institución de enseñanzas superiores, donde se cuidaba relación y lenguaje como un delicado engranaje que hacia funcionar la maquinaría del que sería el tren de una nueva mesnada de licenciados, ahora graduados, ciudadanos capaces de seguir cimentando las bases creadas. Sin embargo, es donde más se ha visto la pérdida del respeto, las normas y reglas básicas del buen hacer y la cortesía. Se nos ha olvidado escuchar, sólo oímos. La comunicación como base de las relaciones humanas se ha perdido dando paso a que sólo vale lo que yo diga.
Aristóteles decía que el hombre es un ser social por naturaleza. Por eso no debemos olvidar que en la sociedad existen unas normas y reglas que permiten que funcionemos como grupo y a la vez como individuo. Las tres palabras que dan título a este artículo, han dejado de utilizarse. Han sido desechadas de nuestro vocabulario porque padeceríamos de buena educación y eso no se puede consentir. Aunque no lo creamos nos abrirían tantas puertas, hasta la de la felicidad. Debe ser que nos quedan grandes y por eso se han abandonado en el blanco y negro de un pasado que creemos demasiado lejos y está muy cerca de nosotros. La veracidad, la honradez, la tolerancia o el respeto se han perdido en un universo de chabacanería y mal gusto. Por eso quizá sea buena idea impregnarse de viejas fragancias que nunca desentonan: