- Publicado: 28 Febrero 2018
Epitafio para el Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca Dr. Don Blas Calzada Terrados

Fotografía: Usal
Por Esther B. del Brío González.
Hace aproximadamente año y medio, quien escribe tuvo el enorme honor de ejercer como madrina en el acto que otorgó el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Salamanca a Don Blas Calzada Terrados, ex presidente de la CNMV, expresidente del Servicio de Estudios de Bolsa de Madrid y sobre todo miembro del breve panel de expertos economistas que configuraron los Pactos de la Moncloa en 1977. Uno, por tanto, de los hacedores de la Transición Económica y democrática de España.
Servir de vehículo para que la historia honre en vida la labor de unos de los grandes es sin duda un lujo que tengo que agradecerle a quien mueva los hilos de nuestro devenir. Porque el Dr Don Blas Calzada murió satisfecho con su vida, sabedor del trabajo bien hecho y con muy pocos asuntos pendientes de cerrar. Mirar hacia atrás y reconocer que la vida te ha ido bien. Mirar hacia atrás y saber que has andado lo que te correspondía. Con la Universidad se sentía aún en deuda e intentaremos, los que seguimos su estela, que pueda cerrarla con sus proyectos para el VIII Centenario.
Pero ahora es el momento de despedirle, desde este espacio que nos concede FGUSAL, y recordar algunos de sus méritos. Muchos son los que atesoró, un economista con una genial mezcla de instinto y sabiduría, uno de los hombres más respetados en el panorama económico y financiero de nuestro país. Uno de los pocos elegidos que trabajó en nuestras cuatro grandes instituciones financieras y que tuvo el privilegio y la responsabilidad de participar activamente en momentos cruciales de la historia económica de España.
No fue casual que el ilustre Dr. Fuentes Quintana le eligiese como uno de los cuatro economistas encargados de elaborar el informe económico de los Pactos de la Moncloa. Un excelente programa económico que, desde la concordia y el consenso político, frenó los devastadores efectos de la crisis del petróleo. Atajaron la inflación y la destrucción de empleo pero también abrieron las puertas a la España democrática. Su solvente formación con profesores de la talla de Jerome Engels, Michel Rocard o Jacques Delors, su pasión por Samuelson, su defensa de la apertura económica y la modernización de nuestros sistemas económicos. Como regulador, retó a Adam Smith al demostrar que “la mano invisible de los mercados”
a veces viene regida por una mirada de buen hombre y un par de robustas muletas, modificando el sistema de inspección e iniciando la convergencia requerida en el Informe Lamfalussy.
Si hay una palabra que se adhirió sin querer al traje marengo de Don Blas fue la de “sabiduría”
. Su labor de divulgación científica englobó más de quinientas publicaciones y otras tantas ponencias de honor en círculos de debate empresarial, coyuntura, financiación o innovación. Sabio y erudito hasta en sus ratos libres, fue amante del mar, de la historia, y de los yantares de nuestro siglo de oro, como los duelos y quebrantos que nuestro centenario Cervantes se recrea describiendo en “El Quijote”
.
Mucho pude aprender del Dr Don Blas Calzada, comenzando por la lealtad, como el nombre de la plaza donde reside nuestra Bolsa de valores, constancia, como lo demuestra su vida, larga y responsable, confianza, necesaria para seguir adelante, necesaria para poder creer en los mercados financieros que fueron nuestra pasión mutua. Excelencia, alcanzada como la suma de las otras cualidades. Porque hablamos de una excelencia ética, basada en el trabajo pero también en el respeto. Basada en querer ser mejores, como descubrió cuando llevaba su cartilla de suspensos ante el Cristo de los Milagros para que le aprobara las asignaturas de primaria antes de enseñárselas a su padre y descubrió que lo que le decía el Cristo era que debía ser él quien estudiase.
De la misma forma, los que le sobrevivimos y le acompañaremos en su último adiós el día 6 de marzo en la Iglesia de los Jerónimos, sabemos que ahora el testigo que nos cede es difícil, pero no imposible, y que tendremos su ayuda siempre que le necesitemos. Su espíritu y sus enseñanzas no nos abandonan.